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Praga y su Ciudad Vieja | Praga día 1 - Saboreando el Mundo
Saboreando el Mundo

Praga y su Ciudad Vieja | Praga día 1

Praga es una de las grandes capitales de Europa, a las que se puede dedicar desde unos pocos días hasta semanas enteras. Hay mucho que ver y hacer, y si se viaja en coche se pueden recorrer los alrededores, aún muy “soviéticos” y extraños para los Europeos del oeste.

Todo gana encanto cuando, además, tu pareja ha preparado la escapada por sorpresa. Cada día algo desconocido y excitante… Llegamos en coche a Praga desde Bad Hersfeld a mediodía, cruzando Alemania bajo una nevada bastante importante. Al llegar a la República Checa el cielo se despejó, y para cuando llegamos a Praga ya no nevaba nada. Aunque sí que quedaban vestigios de que lo había hecho en los pasados días.

Cruzamos el río Vltava y aparcamos el coche. Enseguida entramos en el pequeño apartamento que Jose había reservado, que se encontraba en el barrio judío, a cinco minutos del ayuntamiento y el puente de Carlos, y tenía una bañera de hidromasaje para dos… un lujo para las frías tardes de febrero.

Después de instalarnos fuimos a aparcar el coche en un parking, un poco lejos del centro, justo encima de la estación principal de trenes de Praga. Íbamos a pasar cuatro días en la ciudad, así que no necesitábamos el coche para nada. A la una y media nos pusimos definitivamente en marcha. Era hora de comer, y pusimos rumbo al restaurante, aunque yo no tenía ni idea. Todo estaba estratégicamente planeado.

Cruzamos la plaza de la iglesia de Santa Ludmila, y viendo esa iglesia empezamos a empaparnos del ambiente “praguense”. Directamente desde Santa Ludmila, cruzamos “Namestí Míru” y ascendimos por la calle “Americká”.

Yo, camara de fotos en mano, me paraba cada pocos metros a hacer una foto. En una de esas, me paré para hacer una foto a un local muy chulo, llamado “Bad Jeff’s Barbeque”, y para mi sorpresa, Jose abrió la puerta y me preguntó si estaba lista para comer.

Bajamos a un sótano bastante oscuro, y nos sentamos en una esquina cerca de la puerta. En Praga, todo el mundo habla inglés, bueno, en lo que a restaurantes y lugares turísticos se refiere, al menos.

La carta, tal y como indica el nombre del local y la calle dónde éste se encuentra, está llena de especialidades sureñas de estados unidos. Todo demasiado interesante para elegir solo un plato… Pero tuvimos que hacerlo. Para empezar dos cervezas checas de barril, una más suave y la otra más aromática. Para picar, “fried onion strings” con dip de cebolla.

El plato era quizá demasiado grande para un aperitivo, y lo que al principio resultó interesante, al final fue demasiado aceitoso y pesado. Pasados unos quince minutos llegaron los platos principales perfectamente presentados. “Southern Fried Chicken” (pollo frito) acompañado de ensalada de col y pan de maíz, cheddar y jalapeño, y “10h slow braised BBQ beef brisket” (falda de ternera braseada lentamente durante 10 horas) acompañada de mazorca e maíz, pan de ajo y ensalada de col.

Todo estaba buenísimo. El pollo suave y jugoso por dentro y el exterior muy crujiente. El pan de maíz crujiente y sabroso y la ensalada muy fresca. Por otro lado, la ternera se deshacía solo con el tenedor, y el sabor era alucinante. Y el acompañamiento, igual que el del pollo, perfecto.

Llenos hasta los topes de buena comida sureña, salimos a la calle para empezar a saborear Praga de verdad!

Descendimos la colina hasta la plaza de “Wenceslao”, que más que una plaza es un amplio paseo coronado en la parte más alta por el Museo Nacional de Praga, ahora en obras.

Recorrimos el paseo, contemplando los preciosos edificios que te transportan a otros tiempos. Los carteles luminosos, las fachadas de colores pastel, el cielo gris…un cuadro perfecto.

Este paseo acaba en una larga calle comercial. Nosotros la pasamos de largo y seguimos nuestro camino hacia el ayuntamiento, el famoso edificio en el que se encuentra el reloj astronómico de Praga. Entre callejuelas y turistas, llegamos a la plaza, donde se impone la antigua torre.

El plan era hacer un tour guiado por el interior del ayuntamiento, así que entramos al edificio y subimos al primer piso. Allí hay un mostrador con los horarios de las diferentes visitas con el correspondiente idioma del tour. En aquel momentos no había ninguna opción de hacerlo en castellano, pero sí que te entregan un folleto explicativo muy interesante en nuestro idioma. El siguiente que empezaba era en inglés, así que compramos los tiquets y nos esperamos diez minutitos. Enseguida se llegó de gente y empezamos. No queremos hacer “spoiler”, pero si podemos recomendaros mucho la visita a todos los curiosos o interesados en la historia. Por un poco más de 6€ por persona, también se puede subir a la torre.

Y eso fue lo que hicimos inmediatamente después del tour, subir a lo más alto. En el ascenso, o descenso, hay que prestar atención a los carteles explicativos y a las fotos históricas que cuelgan en las paredes de la torre. Desde arriba, se observa perfectamente toda la ciudad de Praga. Lo ideal, como en todo mirador, es ir antes del atardecer, para poder disfrutar de las vistas de día, atardecer y noche.

No estuvimos mucho rato, porque era casi la hora en punto, y queríamos ver el reloj astronómico en marcha.

Bajamos a buen ritmo y llegamos justo cuando empezaba. Tuvimos que hacernos un hueco entre la multitud, y disfrutamos del espectáculo.

Ese día nos habíamos levantado a las cuatro de la mañana y no habíamos parado. Aún nos quedaban tres días por delante, y no hay que abusar del primer día NUNCA. Eso os lo dejamos como consejo. Así que paramos a tomarnos un té calentito y un chocolate caliente. La verdad es que no hacía mucho frío, pero siempre reconforta tomarse un té a media tarde.

Después de eso, nos fuimos a nuestro pequeño pero acojedor apartamento, nos llenamos la bañera de agua caliente con sales de baño que mi previsor novio había traído en la maleta, y nos relajamos. Fue uno de los mejores momentos del día…

Una vez bien relajados, nos planteamos si salíamos o no a cenar. Las opciones quedaban un poco lejos, y de camino a casa habíamos visto un restaurante japonés muy interesante a la vuelta de la esquina.

El local del restaurante “Yoshihashi” es muy pequeño, apenas hay unas 5 o 6 mesas, pero por lo que vimos en el sótano había también comedor.

Todo estaba decorado muy sencillo, con fotos de Japón y figuritas de geishas y luchadores de sumo. Muy simple, aunque acojedor.

Nos sentamos y enseguida nos trajeron la carta. A parte de la carta habitual, hay una pizarra con las especialidades del día. En nuestro caso incluían varias delicatessen, como nigiri de “wagyu” o de foie.

Elegir nos costó una barbaridad. Hay bastante y todo suena delicioso. Jose es más de nigiri, y yo prefiero el sashimi. Elegimos dos copas de vino blanco y una ración de “edamame” para seguir pensando que escoger de plato principal.

Elegimos una ración de sashimi de lubina y otra de almeja. De nigiri nos decantamos por la anguila y el atún toro (ventresca), y dos especiales de ternera “Wagyu”.

Además de un “hosomaki” de gamba, que estaba cortado en seis porciones.

No teníamos demasiado hambre, y además los precios eran un poco “subidos”, así que nos plantamos con eso.

La verdad sea dicha es que el servicio fue increíble, y la calidad del pescado era comparable a la de Japón. El pescado era fresco y se deshacía en la boca. El nigiri de Wagyu, esperábamos que fuera en crudo, pero vino marinado y a la plancha. Aún así, la carne era de una calidad excepcional. Tierna y gustosa. Aún con la salsa, el sabor de la carne era lo que más se notaba del bocado.

No nos resistimos al postre, y nos sentimos muy intrigados por el tiramisú de matcha. Ufff…. como describirlo? Todo el sabor del matcha, con la suavidad del mascarpone y el toque del finísimo bizcocho… para repetir!!

Pagamos cada korona encantados de la vida, y eso que la cena no salió barata. Es un restaurante muy recomendable para amantes del sushi de calidad, y la cocina de fusión japonesa, a los que no les importe soltar un poco la cartera. Ideal para noches especiales, para estar tranquilo y bien atendido.

Después de la cena paramos a comprar algo de chocolate para relajarnos un poco. Compramos unas almendras cubiertas de chocolate negro, y en casa nos esperaba una buena botella de “acústic”. Un vino tinto muy especial que Jose había traído a escondidas, para relajarnos por las noches en el apartamento.

Praga solo había hecho más que empezar, y nos deparaba mucho, mucho más.

AQUÍ OS DEJAMOS LA GALERÍA DE IMÁGENES DE «Praga y su ciudad vieja»:

(fotos tamaño original)

 

Un comentario en «Praga y su Ciudad Vieja | Praga día 1»

  1. Silvia

    Que lindo viaje y que bien explicado!!! Gracias x compartir esta experiencia. Tengo algunas consultas para hacerles ya que estaré realizando un viaje por Praga en Agosto de este año. Es posible pagar las entradas a los museos, castillos, etc, es decir a los lugares turísticos, con tarjeta de credito?

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