Comenzaba nuestro tercer día en la isla después de una noche con mucha lluvia, truenos y relámpagos. Una noche de esas que nos hubiera gustado pasar despiertos y ver aquel magnifico espectáculo desde la playa. Pero había que aprovechar el día y empezar temprano. Teníamos que desmontar el campo base y dirigirnos al norte de la isla.
Lo primero que había que hacer era intentar secar al máximo nuestra tienda, por lo que decidimos recoger casi todo y adelantar el desayuno mientras seguía secándose. Las ganas podían con nosotros, no queríamos perder ni un solo minuto más allí. Deseábamos llegar lo antes posible a nuestro siguiente destino. Una de esas playas que no están señalizadas y que solo la gente aventurera ha conseguido disfrutar.
Nos poníamos en marcha, con la tienda ya casi seca y empaquetada. Nos quedaban por delante unos cien quilómetros hasta nuestro destino. Parece poco, pero en Sardegna no encontrarás muchas autovías, solo nacionales y llenas de curvas, lo que hace que el trayecto no sea tan rápido. Como en días anteriores teníamos previsto comer picnic, y aprovechamos nuestro paso por Sassari, la segunda ciudad mas grande de Sardegna, para comprar las provisiones del día. Y que bien que nos vino esa parada, ya que justo en ese centro comercial había un Decathlon. No pudimos contenernos y nos compramos un kit de Snorkel, que habíamos echado mucho en falta los dos días anteriores. Y sin perder mucho tiempo volvimos al coche y ahora si que íbamos directamente a nuestra próxima playa.
Nos encontrábamos a pocos kilómetros de nuestro destino. Había pasado poco más de una hora desde que habíamos salido de Sassari. En un primer intento nos pasamos la salida de la carretera que tenía que llevarnos hasta nuestra playa. En esa zona hay que ir muy atento porque hay muchos caminos de acceso a urbanización, playas y fincas, que pueden confundirte. Tuvimos que parar para revisar nuestras indicaciones, dimos media vuelta y salimos de la carretera en el restaurante “Il Geranio”. El camino de tierra parece que no lleve a buen puerto, pero hay que seguirlo.
Como más adelante averiguaríamos hay otra ruta, si bien más practica para el recorrido en coche, un poco más larga a pie. Esta última empieza en “Costa Paradiso”, una urbanización unos quilómetros más delante de la salida que tomamos nosotros, en dirección Santa Teresa Gallura.
Seguimos el camino sin coger ningún desvío hasta llegar al final, donde hay un par de fincas y una valla que no deja continuar con el coche. En ese punto aparcamos el coche tan pegado a los arbustos como pudimos, imitando el par de coches que allí habían aparcado.
Nos encontrábamos casi a medio día y el calor apretaba, pero más apretaban nuestras ganas de bañarnos. Sin dejar pasar un solo segundo, cogimos lo necesario y empezamos a descender.
El camino no era una alfombra roja, estaba bastante deteriorado por la lluvia y más bien parecía un torrente seco. (Si os encontráis un coche oxidado en el margen, es que vais en buen camino).
Llegamos a un punto en el que empezamos a dudar si realmente estábamos en el camino correcto, y dubitativos dimos la vuelta. El mar humor empezaba a apoderarse de nuestros cuerpos. Entonces apareció “ella”. Una amable mujer jubilada de origen Checo, afincada en la isla y acompañada de sus dos perros.
Afortunadamente se dirigía al mismo destino que nosotros e hicimos lo que quedaba del camino juntos. Ella fue la que nos contó la alternativa de “Costa Paradiso”, la cual transcurre a través de un camino paralelo al mar, más cómodo de hacer y sin tanto desnivel. Ella no lo hacía en temporada alta porque había tenido problemas con alguna gente por ir con los perros. Así que si vais acompañados de vuestros amigos de cuatro patas, es bueno saberlo.
El último tramo del camino está rodeado de arboles, los perros pudieron darse un respiro tumbándose en algunos charcos que había dejado la lluvia de la noche anterior, y nosotros disfrutar un poco de la sombra. De repente se abrió un hueco entre unos arboles y la vimos…la espectacular y solitaria playa. Ni un alma se divisaba sobre su arena. Más de lo que podíamos haber esperado.
Y hablando de esperar, no podíamos hacerlo ni un segundo más, después de aproximadamente media hora de caminata, deseábamos meternos en agua.
El último tramo es el que pone tu físico a prueba de verdad, el resto del camino es un paseo comparado con las empinadas cuestas, que te llevan hasta abajo. Dos o tres metros de barranco, con un desnivel de casi el 90%, que con el paso de la gente se ha ido moldeando y parece tener una especie de escalones que pretenden ser de alguna ayuda, aunque solo sea psicológica, porque vaya tela!!
Por fin ya abajo, nos despedimos de nuestra compañera de viaje, y nos instalamos en medio de la playa pedregosa. La verdad, nos costó decidirnos…demasiado espacio libre por ocupar.
El agua estaba un poco turbia por la lluvia. En un día sereno se ve perfectamente el fondo lleno de piedras y es ideal para hacer snorkel. Para nosotros no fue el mejor día para estrenar nuestra nuevo kit de gafas y tubo.
Nos bañamos sin alejarnos mucho de la orilla, por miedo a la corriente.
Pasaron un par de horas y nos entró el hambre. Nos preparamos nuestros bocatas, intentando no acabar comiendo bocata de arena y piedras, y nos relajamos un poco antes de seguir bañándonos. Entonces vimos que por el mismo camino que habíamos hecho nosotros, aparecía una familia. Sí, una familia con dos bebés. Creo que ellos tuvieron un problema, y no acostumbrados a estar solos en la playa, colocaron sus toallas a poco más de un metro de las nuestras. No sé porque decidieron ir a una playa remota y solitaria si no querían disfrutar de un poco de intimidad. Nosotros sí que queríamos, y se nos cortó un poco el rollo “chill-out”. Decidimos recoger y ponernos en marcha camino de vuelta. De repente nos dimos cuenta que el Sol había estado picando fuerte, sobretodo en el descenso. Vimos que se nos había quedado la marca de la mochila…
Nos dirigimos a nuestro siguiente camping. Un camping de paso, cerca de la carretera y en el que solo íbamos a pasar una sola noche.
Siete quilómetros antes de llegar a Santa Teresa Gallura se encuentra el Camping la Liccia. La entrada es directa des de la carretera. Pedimos una parcela para la tienda, y el encargado del camping, un hombre muy “cachondo”, nos dio un tour con un carrito de golf y nos mostró las instalaciones, así como las parcelas libres.
Decidimos colocarnos cerca de los baños, casi arriba del todo del camping, que está en una pequeña colina.
La Liccia dispone de piscina, bar-restaurante, tienda y acceso directo a la playa. Nosotros solo pasamos una noche y no usamos ningún servicio de los que ofrecen.
Plantamos de nuevo la tienda, y hecho estos nos fuimos a duchar. Los baños son al aire libre, es decir, no están en ningún edificio, si bien tienen techo, obviamente. Nos pusimos “guapos” y salimos del camping para pasar lo que quedaba de tarde en Santa Teresa Gallura, un acogedor pueblo costero completamente al norte de la isla.
Aparcamos sin mucha dificultad, a pocos minutos del centro. Llegamos poco antes de la puesta de Sol y decidimos bajar hasta la playa “Rena bianca”, en el mismo pueblo, para disfrutar del espectáculo.
Nos relajamos e hicimos unas cuantas fotos. Estuvimos completamente solos y aún fue más mágico. También fue impresionante encontrarnos con un día despejado y divisar la costa sur de Córcega.
Cuando ya no quedaba ningún tono rojo en el cielo, decidimos empezar a buscar un buen lugar donde cenar. Los bocadillos de la comida ya eran historia, y el hambre apretaba.
Subimos una cuesta hasta el centro, y dimos un paseo poniendo el ojo sobre cada restaurante que pasábamos. Estos sitios turísticos, pueden llegar a acabar con tus nervios. Todos los “maitres” de los restaurantes se colocan delante de la puerta intentando convencerte de que entres en su local. Normalmente no suelen tener muy buena reacción cuando los rechazas. No sé si les funcionará, pero a nosotros este sistema, más que atraernos, nos hecha para atrás a la hora de elegir sitio. Nos gusta ver la carta, los precios y los platos de la gente que está sentada en las mesas, sin que nos agobien.
Esta vez tampoco habíamos encontrado nada que nos llamara mucho la atención en TripAdvisor, e íbamos a la aventura. No solemos tener mucha suerte en estos casos.
Decidimos sentarnos en el Restaurante Mediterraneo, muy cerca de la Piazza Vittorio Emanuelle I, en el centro. Es un local grande, con una terraza acristalada. Estaba prácticamente lleno y casi todas las mesas eran parejas. Había buen ambiente, y pedimos vino mientras nos mirábamos la carta.
Esa noche, como casi todas, teníamos hambre de pescado. Pedimos unas albóndigas de pescado como aperitivo y una “grigliata” mixta de pescado y marisco con unas verduras a la plancha para acompañar.
La cuenta nos salió algo cara. La cena estuvo muy rica y el servicio fue muy correcto, pero nos pareció realmente demasiado.
Para calmar un poco nuestro disgusto, fuimos a por nuestro “gelatto” de rigor. Esta vez si que teníamos bien localizada la gelatteria. Habíamos leído muy buenas opiniones en TripAdvisor de “La Gelatteria Artigianale”. Nosotros también le dimos los 5 puntos máximos, por el gelatto completamente artesanal y por la atención de los propietarios, una gente muy amable.
Nos dimos un paseo gelatto en mano, y acabado éste nos dirigimos a nuestra siguiente parada. “Il Baretto”, que como su nombre indica es un bar especializado en cocteles. Está en la plaza y tiene una gran terraza, siempre llena. Pedimos una “Fruit Colada”, y un “Lady Danger, a base de Gin.
Para la colada, me dejaron elegir una piña, de las que estaban expuestas a mi lado, y en la misma cascara me sirvieron el cocktail. Estuvimos muy a gusto, las bebidas estaban buenísimas y el camarero fue muy simpático.
Relajados en la terraza, con nuestra bebida, llegaron las doce de la noche… FELIZ CUMPLEAÑOS!!!