Después de todos los preparativos, que ya contamos en nuestro último post, por fin había llegado el día de partir hacia el paraíso.
El viaje comenzó bastante pronto. Tuvimos que madrugar. Nuestro vuelo salía a las diez y teníamos que facturar. Condujimos durante unas dos horas y media para poder llegar de casa, en Bad Hersfeld, a Frankfurt Hahn. Uno de esos aeropuertos pequeños que parece que haya comprado Ryanair y demás compañías de bajo coste. Sin embargo nos ayudan a todos con nuestros planes de vacaciones, con sus vuelos a precio de saldo.
Aparcamos en el parquin más económico, por lo tanto el peor situado, aunque teniendo en cuenta el tamaño del aeropuerto, nada dramático. Nos dirigimos a la única terminal y directamente nos plantamos en la cola para facturar nuestro “bulto”. Cruzábamos los dedos por no tener ningún problema al respecto, y así fue. Divisamos un gesto facial de la empleada de Ryanair, que representaba algo entre duda y admiración, pero enseguida se desvaneció. Vimos el paquete desaparecer detrás del mostrador de facturación y pudimos proseguir hacia la siguiente cola. Control de seguridad y embarque.
Aterrizábamos a mediodía en el aeropuerto del Alghero, otra pequeña adquisición de Ryanair, situado a unos pocos quilómetros de la ciudad.
Nada más llegar fuimos directamente a recoger el que sería nuestro compañero inseparable durante toda la semana, nuestro coche de alquiler. Nuestra ruta por la costa norte de la isla no hubiera sido factible sin nuestro amiguito de cuatro ruedas.
Un vez ya con el coche de alquiler, nos dirigimos al camping La Mariposa. Sería nuestro primer campo base en el que íbamos a plantar, por primera vez, nuestra súper tienda “2Seconds”. Como habíamos previsto no había mucha gente y pudimos hacer el check-in y encontrar rápidamente nuestro rinconcito para plantar la tienda y dirigirnos a la tan anhelada primera playa.
Lo primero que hicimos después de salir del camping, fue parar en un Supermercado y comprar unos sándwiches y agua. A mediodía pensamos en comer siempre de picnic para aprovechar al máximo el día en la playa, sin complicaciones. Las cenas serían otra cosa…
Después de aproximadamente una hora conduciendo, con un paisaje absolutamente seco y prácticamente sin haber divisado el mar ,ahí estaba. Como una aparición Divina, la Spiaggia della Pelosa. Y nos daba la bienvenida con un agua totalmente turquesa.
Situada en la punta más noroeste de la isla, cerca del pueblo de Stintino y en frente de la isla-parque nacional dell’Asinara. La Pelosetta es una pequeña playa de arena blanca, donde el agua es completamente cristalina. Un paisaje digno de visita, aunque si bien cabe destacar que, como buena zona turística, debes pagar el placer de la visita en un parquímetro. A dos Euros la hora!! Sí señor, hay que racionar bien el tiempo…y disfrutarlo!
Una vez aparcados, y con el ticket del parquímetro bien visible en el parabrisas, nos cercioramos de llevar toalla y crema solar. Bañador…y ¡al agua patos!
Mediados de junio, y a pocos metros de mar abierto, no ayudaron a que el agua estuviese, lo que se dice caliente.
Pero disfrutamos como niños del primer chapuzón!!!
La Playa tiene varios niveles de profundidad, aunque en la mayoría de la zona no supera el metro y medio, o menos. Cerca, en un pequeño islote, se encuentra la Torre della Pelosa, parte de una fortificación defensiva de la edad media…vamos! que queda genial en cualquier foto o selfie que quieras hacer!!!
En total estuvimos dos horas, no dispuestos a pagar más parquímetro. Subimos al coche y paramos a unos 500 metros. Dónde la carretera sube un poco por una colina-acantilado. Ahí hay un pequeño apeadero y sacamos unas cuantas fotos más. La verdad es que nos daba mucha pena no haber podido pasar más tiempo en ese espectacular sitio. Aunque sí decir, que en junio, no siendo temporada para nada alta, y pasadas las tres de la tarde, habíamos tenido ya dificultades para hacernos un hueco decente en la arena. Igualmente, daba pena…
Pusimos rumbo al campo base y disfrutamos, una vez más, de campos amarillos, arbustos marrones y algún que otro rebaño de acaloradas ovejas, hasta llegar finalmente a la civilización. Pasamos por Porto Torres, puerto en el que desembarcan los Ferris provenientes de Barcelona. Ciudad que, aparentemente, no esconde ningún tesoro oculto, aunque quizá nos equivoquemos.
Llegamos sobre las seis al Alghero, aparcamos cerca de nuestro “hogar” provisional en forma de tienda de campaña, y nos metimos en la ducha. Ese tipo de ducha que no se ha renovado desde que inauguraron el camping. Esa en la que previamente tienes que cambiar en recepción 50 céntimos por una ficha que metes en una aparato oxidado. Esa en la que, con poca luz natural, tienes que procurar no quedarte embobado, o te quedas medio enjabonado. ¿Por qué? porque ofrece un chorro de agua a temperatura indefinida, durante un tiempo aproximado de cinco minutos.
Aunque pensándolo bien, ¿qué más da? Estábamos de vacaciones! Nada, ni una mala ducha, podía estropearlas!
Después de asearnos y vestirnos en plan playero vespertino, nos acercamos caminando al centro. El camping está a un paseo, largo, de la ciudad, pero de las dos opciones de camping del Alghero, ésta es sin duda la más cercana al centro. Además, la paseada, exactamente desde que sales del camping, es al lado de la playa, con unas vistas…impagables.
Capo Caccia al fondo, y a medida que vas andando, se va dando forma a parte de la antigua muralla y al puerto deportivo del Alghero, del que salen los barcos que te llevan a la Grotta de Neptuno, en Capo Caccia. Al día siguiente nosotros la visitaríamos, pero por vía terrestre.
Nos coincidió una puesta de Sol con unos colores preciosos, y disfrutamos aún más de ese paseo.
Al final del paseo Marítimo, enfrente del puerto, se encuentra la imponente muralla medieval intacta que encierra el casco antiguo. Entramos a la ciudad por una de sus puertas. Y allí estábamos, en una pequeña ciudad portuaria, con sus calles empedradas y sus pequeños edificios de no más de tres plantas. Dimos un paseo por las calles llenas de tiendas de suvenires, gelatterias y restaurantes, buscando postales para mandar a amigos y familia. Sí, sí, postales. Esos cartoncitos con fotos pragmáticas del sitio en el que estás de vacaciones, y mandas a tus conocidos para darles envidia, y que por cierto, están en peligro de extinción. Llámanos anticuados, pero es una tradición que cumplimos al pie de la letra.
Después de hacernos con algunas de ellas, decidimos que era el momento de sentarnos a cenar alguna cosa. Nos volvimos algo locos buscando el sitio donde queríamos celebrar nuestra primera cena en Sardegna. Era algo especial que habíamos buscado de antemano, como no, tirando de TripAdvisor. Mucha gente critica esta web, pero nosotros la recomendamos fervientemente. Quizás para encontrar algo rápido y de improvisto, no es la mejor opción, no lo sabemos. Para nosotros, la comida en los viajes, es algo tan sumamente importante que lo planificamos con antelación. A veces nos damos varias opciones, pero siempre habiendo contrastado todas las opiniones e investigando sobre los sitios que nos llaman la atención. Somos muy meticulosos, y hasta ahora no hemos fallado más que un par de veces.
Recorriendo las laberínticas calles de la ciudad, al fin, en frente de la Catedral de Santa María, lo encontramos. “SardOa Aperitivo di Vino”. Un pequeño local, con un par de pequeñas mesas pegadas a la pared de la fachada, desgraciadamente para nosotros llenas, y regentado por una pareja de españoles. Entramos sin pensarlo ni un segundo, y nos sentamos en unos originales taburetes hechos con cajas de madera y coronados con unos pequeños sacos a modo de cojín. Las mesas también siguen el mismo estilo, hechas con maderas, todo en un mismo estilo de “granero chic”.
Miramos ensimismados las cartas. Sí, cartas, en plural. Una de tapas, otra de vinos y cervezas artesanales y una alucinante carta de gin-tonics. No sabíamos por donde empezar, así que nos dejamos aconsejar gratamente, sobretodo en cuestión de vinos.
Sardegna es una muy buena productora de vino, eso sí, a pequeña escala, y nos dejamos sorprender en ese aspecto. Así que acompañamos nuestras dos copas de buen, y fuerte, vino sardo con unas tapitas de producto español. Buena combinación. Salimos encantados, muy satisfechos y con ganas de volver.
Estábamos en Sardegna, una parte un poco “rebelde” de Italia. Aunque esta no deja la tradición “gelattera” a un lado, y ¿que mejor homenaje después de nuestra primera cena? Pues eso, “due gelatti per favore!”
Rellenos ya de delicioso helado, emprendimos el camino de vuelta a “casa”, deseosos de amanecer por primera vez en esa magnífica isla que en menos de un día nos había cautivado tanto.