En nuestro día 21 de viaje, empezamos el día en una zona residencial del barrio de Koto, dónde nos esperaba Yurico para enseñarnos a cocinar algunas especialidades japonesas. Si os gusta cocinar, una lección particular de cocina es una de las mejores actividades que os recomendamos de Japón. Se pueden encontrar cursillos de pocas horas en prácticamente cualquier ciudad del país, para poder adaptarlo al itinerario de cada viajero. Los japoneses son muy concienzudos, y unos profesores excepcionales. Nosotros aprendimos a cocinar sopa miso, maki de atún y algunos aperitivos de verdura. Fueron cuatro horas bien invertidas, ya que seguimos disfrutando de lo que aprendimos y ampliando conocimientos.
Después de cocinar nuestro propio almuerzo y disfrutar de él, mientras intercambiábamos experiencias con nuestra profesora-anfitriona, nos encaminamos hacia Shibuya, para cruzar el paso de peatones más famoso del mundo, el Shibuya crossing. Nada más salir de la estación, no paséis por alto la escultura de Hachiko, el famoso Akita Inu que esperó a su dueño fallecido hasta el fin de sus días.
En los edificios de alrededor del cruce de Shibuya, hay varios puntos altos para ver el espectáculo de ver cruzar a cientos de personas en pocos segundos. Después de cruzar, nos encontramos de lleno en una amplia zona comercial, llena de tiendas y centros comerciales. De ahí, nosotros nos pusimos a andar hasta Harakuju, que es básicamente una calle muy freak de Tokio, repleta de adolescentes que están ahí para comprar ropa y complementos extravagantes. Cualquier cosa se puede encontrar en sus tiendas, desde vestidos de princesa, hasta ropa gótica.
Un souvenir muy original para llevarse de Harakuju, son unas fotos personalizadas al más estilo “Kawaii”. Hay locales específicamente de fotomatones, y bastante locos. Puedes elegir el decorado, maquillaje, efectos, pegatinas… La experiencia es divertida y absolutamente recomendable.
Antes de salir de ésta divertida locura adolescente, hay que pasar por Santa Monica Crèpes, y llevarse un postre envuelto en crèpe y cubierto de nata.
Para cenar, cogimos un tren en la misma calle para ir a Shinjuku, que también queda muy cerquita.
Shinjuku, en contraste, es un barrio de oficinas. Eso hace que sea un lugar muy animado para comer y beber, pero más a modo adulto que los anteriores. Restaurantes hay para elegir, aunque nosotros íbamos con las ideas claras. El restaurante “experiencia” en el que te pescas tu propia cena. Sin reserva, normalmente hay que esperar un poco. Pero en Japón, ya hemos visto que esperar es lo más normal del mundo.
El restaurante ZAUO pertenece a una cadena, que tiene muchos restaurantes tanto en Tokio, como en otras ciudades del país. Este en especial, tiene una decoración muy original, albergando un barco-comedor en su interior. La pesca de la cena es poco arriesgada, y los peces están separados por especie y precio. Una vez con la captura en las manos, y anuncio de la hazaña en publico (todo muy japonés, como no podía ser de otra manera), toca elegir la manera de preparar el pescado, y listos.
Experiencia recomendada.
Después de cenar, Shinjuku ofrece diversión nocturna, para los más atrevidos. Nosotros nos retiramos, ya que nuestro hostal estaba en la otra punta de la ciudad y al día siguiente teníamos que madrugar mucho para disfrutar de DisneySea desde el primer minuto.