En nuestro día 16 de ruta por Japón, el último antes de instalarnos en Tokio, dedicamos la mañana a visitar el increíble parque y museo memorial de la paz de Hiroshima. Después de comer viajaríamos a Osaka para pasar la noche, antes de coger un Shinkansen hasta la capital de Japón.
Dejamos las mochilas en la recepción del hotel para ir más ligeros y nos pasamos primeramente por el pequeño castillo de Hiroshima, reconstruido tras el impacto de la bomba nuclear “Fat Man”. Entrar consideramos que no valía la pena, así que nos dirigimos hasta el memorial de la paz, exactamente al lugar donde cayo la bomba atómica. Un pabellón industrial, que pese a que se encuentra en la zona cero, sus muros y su cúpula metálica siguen en pie. Y pese al rechazo inicial de los supervivientes de la explosión, sigue ahí de pie, para recordarnos a todos lo crudas que son las guerras.
En la entrada al parque memorial de la paz se hace el silencio. Aún cuando el parque está lleno de grupos escolares de niños de todas las edades.
El edificio marca la entrada al parque, pero todo el recorrido hasta el museo memorial de la paz pone la piel de gallina y es inevitable que las lágrimas broten… La campana de la paz, el monumento a los niños, la llama de la paz, el cenotafio a las víctimas…
Para el museo memorial de la paz, recomendamos mucho la audioguía. Por un precio simbólico de 200YEN la visita cobra todo su sentido. La ambientación del museo, las historias reales y los objetos recuperados del suceso son impactantes.
Si hasta el momento habías aguantado la llorera, llegados a este punto es imposible hacerlo. Sales de este museo como si a tu sensibilidad la hubiera aplastado una apisonadora, pero sin duda es el mejor museo que hemos visitado en la vida. En la salida una libreta recoge las impresiones de la gente, y aquél día pudimos leer la de unos americanos que se preguntaban “qué hicimos?”… Ningún conflicto, ni falta de dialogo justifica un acto así. Ni en aquél momento, ni ahora, ni nunca. Nadie merece eso.
Visitar Hiroshima y este museo en particular debería ser obligatorio cuando se visita Japón. Además, si vais con niños, es un museo muy interesante para la concienciación contra las guerras. Muchas parejas iban con sus hijos, tanto japoneses como occidentales.
Salimos muy tocados, pero con muchas ganas de seguir con la aventura.
Nos dirigimos al Okonomimura, otra vez, para comer nuestro último okonomiyaki. A mediodía está todo mucho más tranquilo que por las noches, e incluso algunos puestos no están abiertos. Nos sentamos en una barra y pedimos un okonomiyaki y calamares a la plancha.
Estuvo muy bueno todo. El okonomiyaki estaba esponjoso y con intenso sabor, y los calamares en su punto.
Con la barriga bien llena, fuimos al hotel a recoger las mochilas y con tiempo suficiente llegamos a la estación.
En un par de horas llegamos a Shin-Osaka, y de ahí a la estación de Osaka, para coger la Loop Line hasta Shin Imamiya, donde habíamos cogido un hotel muy, muy, muy barato. El Hotel Sun Plaza 2. Error. La recepción parece la de un hotel decente, pero a la que la traspasas te das cuenta del gran fallo que ha supuesto pagar 20€ por una habitación doble. Para empezar, compartir el ascensor con los tipos raros que “viven” allí, no tranquiliza.
Lo siguiente es entrar en la habitación y notar el olor intenso de madera húmeda, abrir la ventana y notar que el olor del patio interior es peor que el de la habitación. Ya el siguiente punto es en el que deseas salir corriendo de ese edificio: los baños. El olor, los papeles sucios por el suelo (en Japón no se tira el papel de váter en el váter, si no en la papelera…) y las duchas de mujeres que se encuentran en un callejón detrás del edificio, en el que cualquier pervertido tiene vía libre para entrar… Un infierno de hotel, vamos.
Nos duchamos y cambiamos en tiempo récord, y después salimos a cenar.
Como no podía ser de otra manera fuimos a despedirnos de Osaka a nuestro restaurante de sushi favorito en el mundo entero: Harukoma Sushi.
Nos sentamos en la barra, lo que resultó un espectáculo increíble! Como bien recordareis, la forma de pedir en éste, y muchos restaurantes de sushi, es escribiendo el nombre (en nuestro caso el número) del plato y entregárselo al chef que se encuentra enfrente de ti.
Pedimos todo lo que nos apetecía…y más!! Otoro, salmón, cangrejo, y algunos pescado que no identificamos, pero que la foto nos pedía a gritos que lo pidiéramos. Resultó que el restaurante cerraba a las nueve, y nos fue por los pelos no poder cenar ahí. Un poco antes de la hora nos dijeron que podíamos pedir la última ronda. Y lo hicimos!!
Después de la espectacular cena, llegó el momento de volver al infierno.
Lo peor estaba por llegar: cuando montamos los futones…estaban las sabanas manchadas. Aunque estábamos muertos de cansancio, dormimos esa noche solo deseando despertar por la mañana. Mejor hubiese sido dormir en la estación… No intentéis ahorrar en hoteles por favor!! Nosotros aprendimos la lección. Hay una barrera moral por la que se puede escatimar en un alojamiento, y ésta no baja de 35-40€.
Pero de ese día nos quedamos con que Hiroshima es una ciudad fascinante. Y no solo por como ha resurgido de sus cenizas, si no también por la hospitalidad de sus habitantes. En ninguna otra ciudad de Japón, excepto quizá Sapporo, nos sentimos tan bien acogidos como en Hiroshima.
AQUÍ OS DEJAMOS LA GALERÍA DE IMÁGENES DE «Memorial de la Paz de Hiroshima»: