Por fin llegó el día. El día en que nos íbamos a Kobe a comer Wagyu.
Ese día decidimos levantarnos con calma, ya que el día anterior en Universal Studios había sido muy intenso y necesitábamos un día un poco más relajado. Aún nos quedaban quince días y el ritmo que llevábamos era matador.
Cogimos un Shinkansen hasta la estación de “Sanyo-Tarumi”, al sur de Kobe. Allí teníamos reserva en el restaurante “La-Shomon”, el cual ha ganado mucha fama después de la visita de Mark Wiens (Migrationology).
Llegamos un poco antes de la hora y nos acercamos al puerto. En la pequeña ciudad no hay prácticamente nada de interés, y el puerto parece que te transporte a los años 70, ya que no está nada conservado. La pequeña Tarumi es una simple ciudad de Japón dónde cualquier turista occidental resulta algo exótico para los locales.
Cuando por fin llegaron las doce y media subimos por las estrechas escaleras de un pequeño edificio, y en la primera planta accedimos al acogedor restaurante.
Fuimos los primeros clientes del día. Nos sentamos cerca de la ventana, tal y como habíamos pedido, para poder hacer fotos y video con buena luz.
Ni la propietaria, Laura Lee, ni su marido se encontraban en el restaurante, y, ni los dos chicos ni la camarera, hablaban demasiado inglés, aunque la carta sí que está en inglés.
Queríamos pedir lo mismo que había pedido Mark, pero la chica no sabía de que le hablábamos, así que pedimos un poco a ciegas. Lo que sí teníamos muy, muy claro, es que queríamos comer sashimi de ternera y Dry Aged. De sashimi, por desgracia, ese día no tenían y nos quedamos con las ganas.
Pedimos vino y cerveza, y junto con éstos llegó la barbacoa. Barbacoa japonesa, con brasas de verdad. Encima de cada mesa hay una campana extractora, así que no hay que preocuparse demasiado por el humo.
Empezó a llegar gente, sobretodo “gourmets solitarios” (que si no habéis visto la serie con este nombre, os la recomendamos!) y parejas. La mayoría de la gente pedía mucha verdura y menudillos, como tripa, intestino, hígado… les encantan esas cosas, ahí aprovechan todo, todo!!
Enseguida nos trajeron el primer platito de carne. Hay que tener en cuenta que las cantidades son extremadamente pequeñas, pero con dos o tres platitos para dos, con un acompañamiento es suficiente. Tampoco hay que arruinarse en una comida!!
La parte de ternera que pedimos, no sabría nombrarla exactamente, pero si no voy equivocada era tres tipos de la parte de la costilla, y un trozo de entrecote.
Pedimos también una ensalada, bueno, más que ensalada, eran unas hojas de lechuga muy grandes con una salsa de frutos secos y pimientos, para envolver la carne.
La Wagyu, así como cualquier tipo de esta ternera, ya sea Kobe, Akita, etc, deben de cocinarse al punto. Empezamos a cocinar la Wagyu, y veíamos como las betas de grasa empezaban a brillar.
La Wagyu es la carne más bonita que hemos visto en la vida. Un par de minutos después empezamos a degustar el primer trozo. La Wagyu se puede mojar en salsa (un tipo de salsa barbacoa, pero más suave) o en sal. Dada la calidad de la carne, lo mejor es potenciar el sabor con un poco de sal y listos. Así como con la lechuga, que nosotros envolvimos un trozo de carne, y lo demás nos lo comimos como ensalada normal.
La carne se deshacía al entrar en contacto con el calor de la lengua. Más o menos como con el atún “toro” (la ventresca de atún).
Lo mejor estaba por llegar, y eso parecía imposible.
Nuestra camarera, que chapurreaba un poco inglés, apareció con el Dry Aged Beef. El súmmum de la carne. Eso requiere un poco de técnica, ya que se debe cocer en tres tiempos, y por eso lo hacen ellos en tu mesa.
Carne, pinzas y cubitos de hielo. Empezó a darle una vuelta, y otra, y otra, y cuando la grasa se fundía y salía una llamarada, pasaba el cubito por encima de la parrilla para apagarlo.
Mientras, le explicamos nuestro viaje, y a pesar de la barrera del idioma, tuvimos una conversación muy agradable. Después de unos minutos volteando la carne, la envolvió en papel de aluminio, y nos dijo que debía reposar diez minutos.
Mientras, seguimos comiendo, sin prisa, saboreando cada bocado. Volvió como prometió, en diez minutos, y empezó a trabajar con la carne una vez más.
Tuvo que pasar diez minutos más envuelta en papel de aluminio, y luego la sesión final.
Entonces llegó el éxtasis. Se llevó el trozo de carne para filetearlo, y nos lo devolvió en una tabla mitad a tiras, mitad a cuadraditos en una cesta y lo dejó ahí.
Era la Venus de Milo de la carne, el Lago de los Cisnes, el Himno de la Alegría…me he puesto muy cursi, pero es una obra de arte en forma de filete, admitidlo!
El primer trozo nos trasladó al paraíso. El tostado de la Wagyu por fuera, la grasa semi-desecha por dentro, y el suave sabor picantón, como de roquefort, que se te quedaba en la lengua. Todo hacía de ese trozo de carne el mejor de nuestras vidas…y hemos comido carne muy, muy buena.
Recordemos que el Dry Aged, es un tipo de conservación de la carne, en la que ésta simplemente se deja pudrir a temperatura ambiente. Antes de consumir, se retira la capa superficial y queda una carne firme y más bien dura, con esa sinfonía de sabores mágicos que la hacen tan única.
La Shomon merece un aplauso. Además, cuando acabamos de comer, nos acercaron unos rotuladores de colores y un libro, en plan enciclopedia de gordo, en el que miles de personas habían firmado y dedicado unas bonitas palabras a éste particular restaurante. Nosotros plasmamos nuestras sensaciones del momento a todo color.
Pagamos la cuenta sin poder quejarnos de los 100€ que costó, ya que cada trozo de carne, y cada minuto que pasamos en ese restaurante lo valía. No es una recomendación, es una obligación para todo amante del buen comer y de la carne visitar “La Shomon” en Tarumi. Y no hay excusa que valga!!
Calidad suprema a un precio razonable y un ambiente muy autentico.
Después de esta “Oda al Wagyu”, bajo de las nubes y sigo con nuestro día de vuelta a Osaka. Ya que el tiempo esta vez nos lo permitía, fuimos a pasar la tarde al Castillo de Osaka, al que no pudimos entrar porque ya habían cerrado las taquillas.
Pero aún así, la vista del castillo desde fuera, el paseo por el parque que le rodea y la genial tienda de suvenirs que hay en frente del castillo, hicieron que valiera la pena. Buscábamos un día relajado, y eso fue lo que obtuvimos. Un precioso día de sol, calorcito, buen comer y un precioso paseo por uno de los lugares más icónicos de la ciudad.
Una vez empezó a anochecer, nuestro paseo dio sus frutos. Estábamos listos para cenar! Y muy cerca del Castillo de Osaka está un fabuloso restaurante de sushi que se había convertido en nuestro destino final de esa tarde.
¿Recordáis la calle comercial cubierta en la que nos refugiamos el día del tifón? Pues allí mismo, muy cerca de la estación de Temma de la Loop Line, está el restaurante Harukoma.
Una vez más recomendados por Mark Wiens, entramos muy decididos al restaurante. Una larga barra queda a la izquierda del estrecho local, y al fondo unas cuantas mesas llenan un pequeño espacio. Lo más sorprendente, es que al menos tienen otro piso con solo mesas, esta vez sin barra. Y ahí, en el primer piso, es donde encontramos nuestra mesa. Una de las pocas que quedaba libre. En el local hay una barbaridad de camareros, y eso sin contar la gente que trabaja en la cocina, que no está a la vista, o en la barra, donde los profesionales preparan el sushi.
En total, quizá trabajan 30 personas. Y a unos metros, en una calle que cruza, hacia la derecha, hay otro restaurante hermano. Cuando se les acaba algo, mandan a un chiquillo corriendo a recoger o prestar alguna cosa. Todos los trabajadores van vestidos como si trabajaran en una pescadería, con botas altas de goma y delantales. Lo de las botas también es común en algunos restaurantes de ramen, ya que cuando cambian el caldo de una olla a otra, o limpian las gigantescas ollas hay agua por todas partes.
Estábamos muy emocionados de haber podido encontrar hueco y no haber tenido que hacer cola, ya que en este restaurante, como en muchos restaurantes populares en Japón, es habitual tener que esperar turno delante de la puerta.
Pedimos una cerveza grande para compartir, y nos trajeron el matcha reglamentario. En algunos restaurantes puedes pedir té o agua, pero en algunos solo tienen una de las dos cosas, y el té es lo más habitual.
Costó decidirse, ya que la carta es muy extensa. Tienen una carta en inglés, además de fotos ilustrativas, así que es mas fácil pedir por la vista que por el nombre del pescado. Pedimos cuatro tipos diferentes de sushi, que van de dos en dos, y una sopa con almejas. Los precios son escandalosamente bajos comparado con Europa, y viendo la cantidad y calidad del pescado que ponen.
Llegaron los nigiris: una pareja de erizo de mar, que nos encanta; una pareja de ventresca de atún, el mejor corte del pescado; y un par de algún tipo de almeja.
En un plato a parte, vino un “gunkan maki” de atún marinado, el cual nos prohibieron explícitamente mojar en soja.
El bol de miso era bastante grande comparado con lo que estamos acostumbrados. Era más bien un plato principal, no un entrante, y estaba exquisito.
El sushi, realmente fue espectacular. El mejor que comimos en Japón. La mayoría de gente suele decir que el mejor y más fresco está en Tsukiji, aunque dependerá del local al que vayas. No fue así para nosotros y no nos da vergüenza admitirlo, ya que a veces parece un pecado decirlo en voz alta . Nos exponemos al linchamiento popular por parte de muchos viajeros, pero no hubo color.
Después de disfrutar como enanos con las cuatro piezas, pedimos otro habitual en nuestras comidas de sushi: una pareja de nigiris de anguila. El trozo gordo y gigante de pescado, casi no dejaba ver la bolita de arroz que le hacía de base. Un punto más para este fabuloso restaurante. Calidad y cantidad!
Lo que es genial en estos sitios, es que funcionan como un bar de tapas en nuestro país. Tú quedas con unos amigos, pides un par de tapas, te tomas una cervecita, pides una tapa más, y otra cervecita, y así hasta que uno está a tope. En Japón tiene el mismo funcionamiento. Y se pueden tirar horas y horas, con su cerveza o su sake, con los amigos o compañeros de trabajo, pidiendo y pidiendo.
Además, la manera de pedir en estos locales de sushi, es muy practica. Escribes en un papel que está encima de la mesa, junto a un boli o lápiz, el nombre (si te atreves!) o, para los extranjeros, el número que está junto al nombre y foto del plato en la carta, y cuando estás listo, se lo entregas a la camarera. Si tienes la gran suerte de sentarte en la barra, se lo entregas directamente al “chef”. Ese hombre que hace bolitas de arroz sin mirar ni siquiera sus manos y coloca perfectamente una loncha de pescado encima, mientras hace bromas con sus compañeros y le sale una obra de arte sin que ni siquiera le haya prestado atención. Eso, señores, es la guinda del pastel: sentarse en la barra.
Si viajáis a Osaka, aunque solo sea un día, este restaurante tiene que estar en vuestra lista de visitas.
Hasta aquí llegó nuestro noveno día. Un día lleno de agradables experiencias acompañadas de sabores nuevos.
AQUÍ OS DEJAMOS LA GALERÍA DE IMÁGENES Wagyu en Kobe y sushi en Osaka: