Después de pasar el día en el onsen Takaragawa y cargar las pilas a tope, cogimos el tren de vuelta a Tokyo y en el viaje pudimos ver la enorme silueta del monte Fuji, ya que en la ida y vuelta de Osaka el tiempo fue horroroso y no podíamos ver más allá de la vía. Así que aunque solo fuera una silueta en la distancia, nos emocionó un montón.
Al llegar al hostal “Tsubame Guesthouse” de Tokyo (el mismo, aunque en otra habitación) nos encargamos de ir a la lavandería, a unas pocas manzanas, y mientras la ropa se lavaba nos buscamos un restaurante del barrio para comer algo rápido. El que más nos llamó la atención, fue un restaurante de menú, en el que había bastante variedad de comida. Pedimos en una maquina, nos cogieron el tiquet y nos sentamos. Comimos comida frita, tonkotsu, gambas…, el miso de rigor y el arroz blanco se podía rellenar tantas veces como uno quisiera. Por diez euros cada uno, comimos de fábula! Cualquier restaurante de este tipo que elijáis será una buena opción. Aunque en muchos el personal no habla inglés, las fotos y las reproducciones de los escaparates son muy claras. No tengáis miedo en entrar, no tendréis ningún problema de comunicación. Ellos se esfuerzan mucho en expresarse con gestos.
Después de comer y recoger la ropa, fuimos al hostal a ducharnos y cambiarnos para irnos a descubrir Ueno y el más que famoso templo Senso-Ji. La zona de Ueno es muy popular para hacer compras de zapatos, ropa (especialmente buenas copias) y cosméticos. Comer “fast food” también es una actividad habitual; kebab, sushi y marisco (de dudosa frescura), fruta, yakitori…
Dimos una vuelta por el curioso mercado, en el que la mezcla de nacionalidades es muy clara y curiosa. La verdad es que hasta que no estuvimos en Japón no me planteé que hubiera inmigración de países árabes o africanos.
Comimos algo de fruta, que no estuvo mal para hacer pasar un poco el calor, pero no esperéis la mejor de vuestras vidas. De ahí al parque de Ueno hay pocos minutos, y nos sentamos a ver un entrenamiento de baseball de un equipo local. El baseball es el deporte más popular de Japón, como si fuera nuestro futbol.
Ya casi de noche nos adentramos más en el parque, en el que hay un enorme lago lleno de plantas acuáticas gigantescas y está poblado por cientos de carpas y tortugas. Al acercarnos al lago nos dimos cuenta de una gran multitud (fácilmente más de cincuenta personas) de todas las edades con el móvil en la mano. El reflejo verde se veía en sus ojos y en sus gafas y bromeamos sobre que estaban jugando a Pokemos Go…nada más allá de la realidad: estaban todos intentando cazar Pokemons… Fue el encuentro más exagerado que tuvimos con ese videojuego, aunque durante nuestro viaje vivimos varias anécdotas relacionadas con la caza virtual de estos “bichos”. Poco después esa misma gente se puso a correr en avalancha para ir a cazar otro espécimen en el recinto del parque. Es una escena que no vamos a olvidar nunca!! Muy típico Japonés!!
Dimos una vuelta, aunque al ser de noche y la poca iluminación que tienen los Japoneses en sus zonas publicas no nos dejaron apreciar demasiado los jardines. Así que volvimos a la civilización. Decidimos acercarnos de un paseo hasta el templo Sensoji. Es un largo paseo, tenedlo en cuenta! Cuando llegamos estaba prácticamente desierto. Gana mucho en ese estado, con las lámparas encendidas y con unos pocos viandantes. El contraste entre la locura que viviríamos en días siguientes y ese momento de paz, es como si no fuera el mismo lugar.
De vuelta a Ueno para cenar, paramos en un McDonald’s, y muchos pensareis: sacrilegio!! Pues no. Aparte de que en Japón podéis probar hamburguesas que no encontrareis en ninguna otra parte del mundo, lo que hace especial el McDonald’s de Japón son las patatas fritas con salsa de chocolate. En nuestro caso con chocolate y salsa de calabaza. Es una mezcla un tanto curiosa que deseábamos probar desde antes de llegar a Japón, y ese era el momento perfecto. Vale la pena, de verdad. 😉
Con el aperitivo que nos supo a poco, llegamos de nuevo a Ueno, donde todo seguía aun en marcha, aunque con un ambiente considerablemente más calmado. Nos sentamos en una terraza de un pequeño local de yakitori, junto a dos oficinistas, después de esperar un buen rato. La costumbre de los japoneses de sentarse en izakayas a tomarse unas copas y unas “tapas”, es exactamente calcada a la costumbre española de hacer lo mismo. Muchos os sentiréis como en casa!
Los japoneses son famosos por no asimilar bien el alcohol, y después de una cerveza ya se desatan la corbata y se ponen dicharacheros. Los dos de la lado acabaron invitando a unas chicas a sentarse con ellos, y se pusieron en un tono bastante “cariñoso”, aunque ambos llevaban sus respectivas alianzas… Es una imagen típica de manga que muchos (incluidos nosotros) piensan que es una exageración. Pero yo, mientras veía como transcurría la velada, me los imaginaba convertidos en dibujos.
El sistema de los izakaya es como un bar de tapas. Te sientas y vas pidiendo sobre la marcha. Hemos comentado varias veces la pena que nos da no saber japonés, porque las cartas en inglés están siempre resumidas, y la mayoría de cosas curiosas pasan de traducirlas, probablemente porque nadie se atreve a probar según qué.
Nosotros tuvimos algo de suerte, porque como los dos de al lado iban pidiendo, señalamos algunas de las cosas que comían ellos, como por ejemplo un delicioso guiso de tripas y verduras. También probamos muchos yakitori (pinchos de carne) variados y un par de cervezas fresquitas. La velada fue muy entretenida al menos!!
Y después de cenar, retirada en toda regla. Ese fue el primer día de la recta final de nuestro viaje: Tokyo.
Lamentablemente todas las fotos de ese día se perdieron con el disco duro 🙁