Por fin llegó el primer despertar en la isla. El calor que se acumula en una tienda de campaña por la mañana ayuda a salir rápido de ella, y empezar el día pronto por la mañana sin necesidad de despertador.
Desayunamos unos pastelitos “Kinder” de cereales y unos zumos multivitaminas, y comenzamos la ruta del día. Por la mañana visitaríamos la Grotta di Nettuno, en Capo Caccia, y por la tarde nos esperaba una degustación de vinos y productos típicos sardos en una pequeña “Azienda”.
25 quilómetros separan el Alghero de Capo Caccia. Rodeamos un buen tramo de costa y subimos por la península acantilada hasta el final de la carretera. Aunque llegamos pronto, la estrecha carretera ya tenia varios quilómetros de coches aparcados en ambos sentidos. Nos asustamos un poco, pero como bien ya dijimos, nada iba a arruinar ni un minuto de nuestras vacaciones! Teníamos tiempo y estábamos relajados.
Cogimos la mochila, y cámara en mano empezamos a bajar por la “escala del cabirol” (escalera del corzo). Ésta cuenta con la friolera de 654 peldaños y que baja paralela a la pared del acantilado.
Definitivamente no apta para cardiacos. Solo hay una alternativa a la escalera, coger uno de los barcos en el puerto del Alghero.
Éstos te llevan directo a la entrada de la gruta y muestran el litoral entre la ciudad y el destino. Algunos incluso creo que también hacen alguna parada para bañarse. Si se puede físicamente, nuestra recomendación es hacerlo a través de la escalera, aunque la subida sea algo dura.
Tras el esfuerzo de bajar, es un poco decepcionante pagar los 13€ de entrada, pero ya éramos conscientes de ello. Además incluye la visita guiada que cuenta la historia y explica el porque de las formaciones geológicas de la cueva.
El guía habla en italiano, inglés, francés, castellano e incluso catalán, que en el Alghero es una lengua de uso común.
Alguna gente que nos cruzamos en el camino nos avisó de que la cola era larga y te hacían esperar. Para nuestra sorpresa, al llegar no había nadie…entramos los últimos de la tanda, aunque lamentablemente por ello nos perdimos un trozo bastante importante de la visita guiada…
Al acabar la visita, tocaba la parte dura de la excursión, subir los 654 escalones. Nuestro consejo es subir poco a poco, parando de vez en cuando y aprovechar para tomar fotos del mar, el acantilado y las gaviotas. Una vez arriba, puedes tomarte un refresco en el bar que se encuentra en la entrada, aunque si se puede mejor llevar las provisiones de casa.
Como aún faltaba mucho para las tres, hora en la que debíamos estar en la Azienda para la degustación, decidimos parar de camino al Alghero en la primera playa que encontráramos. Esta fue la Spiaggia del Lazzaretto, cogiendo un caminito de tierra se encuentra muy cerca de la carretera principal. Es una pequeña playa que tiene un chiringuito. Nos vino de perlas para tomarnos un aperitivo y una birra sarda bien fresquita. Después de darnos un buen chapuzón, claro está!
Antes de la degustación debíamos ducharnos y ponernos algo decente. Así que pasamos rápido por el camping y salimos a la búsqueda de la “Azienda Agricola Ledà d’Ittiri”, que se encuentra un poco aislada y casi llegamos tarde.
Después de meternos por un par de caminos equivocados, encontramos el lugar. Es una finca con una pequeña extensión de viñedos y olivos que ofrece alojamiento de gamma media-alta, y por supuesto degustaciones de sus vinos.
Nos recibió una chica joven muy maja, que nos avisó que aún estaba terminando de preparar nuestra mesa. Esperamos unos minutos sentados en la terraza. Enfrente de la piscina, nos sentamos en unas butacas de jardín y aprovechamos para conectarnos al wifi y comunicar a nuestras familias de que nos encontrábamos bien.
Enseguida nos invitó a entrar, a nosotros y otra pareja que también estaba esperando. Puedes encontrarte con grupos grandes, pero nosotros tuvimos la suerte de ser solamente dos parejas y que la otra pareja había reservado la degustación en inglés y nosotros en italiano. Tuvimos las explicaciones en privado, además de un tiempo extra para beber y comer tranquilamente, sin agobios. Creo que en total estuvimos casi dos horas para cinco vinos, un platito con variedad de quesos y salumi de la tierra y pan artesanal con aceite producido en la finca. Más adelante escribiremos un post sobre la degustación.
Salimos mucho más que encantados de esa exquisita experiencia enológica. Todo un regalo para nuestros sentidos por un módico precio de 15€ cada uno. Tampoco pudimos resistir la tentación de llevarnos una botella de vino, para una ocasión especial.
La chica nos invitó a darnos un paseo libremente por la finca. Así aprovechamos esos colores del atardecer para cruzar los viñedos y darnos un respiro un poco más campestre.
Ya de vuelta en el camping dejamos el coche y nos fuimos andando de nuevo hasta el centro, para descubrir un poco más del Alghero.
Dimos un rodeo a la ciudad paseando por encima de la muralla hasta que decidimos que teníamos hambre de nuevo y fuimos a la búsqueda de un lugar donde cenar. Sí, esta vez no teníamos nada preparado, simplemente queríamos dejarnos sorprender…y la verdad, más hubiese valido no hacerlo. Acabamos en una trampa para turistas. En el interior de un pequeño local en el centro, donde nos trataron como si no fuéramos personas. No recibimos ni una sonrisa, ni ningún gesto amable por parte de los camareros. La comida fue mediocre y el vino peor. El Restaurante se llama Trattoria da Mirko, situado en la parte más alta de la via Vincenzo Gioberti. Podemos avisaros sobre este para que lo evitéis, pero desgraciadamente hay demasiados restaurantes similares en el mundo, especialmente cuando hablamos de destinos turísticos costeros, así que, por desgracia alguna vez todos podemos caer.
No podíamos permitir que esta experiencia nos dejara con mal sabor de boca. Así que salimos del aborrecedor restaurante y no tardamos ni cinco minutos en plantarnos en una gelatteria. Pedimos un magnífico gelatto, arreglando así la tarde.
Al salir de la muralla para dirigirnos al camping nos dimos cuenta que encima de nosotros se había formado una tormenta de proporciones considerables. Relámpagos y sus respectivos truenos, nubes negras y ráfagas de viento. No sabíamos cuanto tiempo de margen teníamos antes de que empezara el diluvio, y este resultó ser poco. Nos pillo nada más empezar el paseo marítimo. Cruzamos la calle siguiendo a los demás peatones atrapados en la tormenta y nos metimos repartidos como pudimos debajo de los toldos de bares y restaurantes. Esperamos unos minutos y el tiempo nos dio una tregua para llegar hasta el camping.
Una vez ya metidos en la tienda se desató la tormenta, y así pasamos toda la noche. La verdad es que no nos disgustó. Las tormentas en el mar son espectáculos dignos de ver y siempre parece que uno se relaja…
Mañana sería otro día.